domingo, 18 de diciembre de 2011

Título

Te voy a contar un secreto. Sí, sí, no te des la vuelta ni busques a otrx aludidx, es a ti. Tu vida no existe. Es mentira, no es tuya. ¿A que jode?. Somos mercancía exportada, nada más. No existimos para nada, estudiar para trabajar, trabajar para vivir, vivir para jubilarse, jubilarse para morir, morir por miedo a vivir es nacer para morir. No somos más que un reflejo en el espejo de nuestro miedo. ¿Qué pasa?, ¿duele ver la realidad?. Es tan placentero el sueño. Por favor, tú que lees, respóndeme a lo siguiente; Estás al borde del vacío con una venda en los ojos y no tienes más remedio que dar un paso adelante pero al mismo tiempo, desconoces totalmente cuánta distancia hay de caída. Puede ser una tremenda ostia contra el suelo o simplemente un saltito, tú no lo sabes. ¿Qué haces, te quitas la venda y analizas la caída (con la posibilidad de tener miedo) o sencillamente saltas y por un momento, sientes el placer de lo impredecible?. Yo no quiero vivir mucho tiempo y menos, si vivir significa que el único tiempo en familia que tendré será el que paso frente a la tele, masturbándome con un puto partido de fútbol que entretenga mi mente enferma. No quiero vivir si vivir es consumir día tras día Prozac, droga legal y psiquiátrica para aquellas almas atormentadas que no pueden sobrellevar la pesadilla cotidiana, el ayer-mañana que nos han obligado a sufrir, viviendo un eterno devenir, robándonos el amanecer y el presente No quiero vivir si vivir significa ser espectador de mi propia ejecución. No quiero ser una sombra que, en el más ignominioso de los silencios, rodeado por gas tóxico, altares de cemento, óxido y cadáveres descompuestos contemple el escaparate en el cual mis pasiones, mis sentimientos, mis sueños, mis ilusiones, se esfumen y se conviertan en una relación binaria y fría, deshumanizada, dolorosa y cruel que me robe mi capacidad de equivocarme. No quiero aprender a ser tú, sino desaprender a ser yo. No quiero vivir en un mundo sin empatía condenado a muerte por la codicia más intolerable. No quiero ser un prototipo de tus errores, no quiero ser domesticado, ni socializado por la familia, la escuela, la oficina o cualquier otro de los escenarios en los que se desenvuelve la pesadilla del interminable día siguiente. No, no quiero tu dogma ni tu verdad. Escupo en tu civilizado modelo de ciudadanx, excavando para encontrar su propia satisfacción personal, en la misma fosa donde han enterrado su dignidad hecha añicos mientras el/ella mismx se convierte en arena, la arena que servirá para fabricar el cemento con el que serán sepultadxs en vida. Sois culpables, érais vosotrxs aquel reflejo de tantas pupilas enloquecidas por la normalidad. Vosotrxs sois esa niña asustada, armada con un rifle de asalto que comete una verdadera masacre con sus compañerxs de clase y sus profesorxs. Lo ha visto en televisión. Vosotrxs sois esa aguja penetrando en un cuerpo que se desploma en su propia vomitona, debajo de algún puente de ese barrio al que mis padres me han prohibido acercarme. Vosotrxs sois ese adolescente japonés que se tira por la ventana de su apartamento por no soportar la grisácea disciplina mecánico-militar de su ciudad de masa apilada en comercios y restaurantes de comida rápida. Vosotrxs sois esa soga en prisión, destrozando el cuello de otro Sin Nombre que osó desafiar a vuestro orden. Vosotrxs sois mi odio y mi rabia, vosotrxs sois mis noches sin dormir, vosotrxs sois el obstáculo que me impide irme ahora mismo a un prado virgen y respirar aire fresco. La vida nunca fue tan falsa. Nunca tan plastificada, desnaturalizada, insatisfactoria, podrida y triste. Somos pobres robots, rogando un poco más de aceite. Rogamos más tiempo, pues el miedo a la muerte nos impide disfrutar de lo poco que nos queda. Tiempo para desperdiciar, para tirar por la borda en bares, en hobbys que sólo son parches a nuestra infelicidad y en paisajes donde el agónico atardecer se vuelve instante. Rogamos más cosas con las que enterrarnos, en el sarcófago de nuestra insaciable avaricia. Tan poco sentido, remolino nihilista que termina por despojarnos de nosotrxs mismxs. Por eso, yo hoy te propongo algo, una aventura basada sólo en tus instintos. Te invito a salir hoy a la calle sin ningún motivo, sin rumbo y lo más importante, sin miedo ni ganas de detenerte. Te invito a ti, hermanx a ser una bomba de amor cargada de odio hacia el odio y a estallar contra sus mesas de sacrificio con todas tus fuerzas. Te invito a recuperar lo prohibido de la Vida, a arrojar tus deseos al abismo de la discordia que emitirá un bello canto, la poesía del Caos, un desorden precioso y único que golpeará hasta destruir de una vez su mundo, sumido ya en las ruínas de la monotonía. Te invito a gritar bien alto por la revuelta, por el saqueo, la expropiación y la barbarie. Te invito a ti, a ser, sin ideas ni maestrxs, un/a pájaro que se ha liberado de su carga y vuela libre hacia el horizonte de ningún sitio lejos de años, meses, días, horas, minutos y segundos que sólo transformaban el batir de sus alas en una agenda de trabajo sin lógica. Te invito a ser otro salvaje grito situacionista en la Sorbona. Te invito a resucitar pero no mañana, ni pasado, ni dentro de nunca, sino aquí, ahora. Pinta las paredes del color de la insurrección, que ellas griten lo que la estúpida turba se esfuerza por silenciar. Agita su orden, la moral, la ética, rompe todo y despierta. ¿Ves ese banco?, apunta, procura no fallar… ¡ahora!. No seas objeto del cambio, ¡¡conviértete en sujeto!! No temas, el sabotaje del espectáculo es sólo el principio, ¡la revolución es una fiesta! Viva la anarquía, muerte al realismo. Juguemos al juego de jugar.