domingo, 6 de marzo de 2016

Henri Michaux

LA VEJEZ DE POLLAGORAS
Me encantaría saber por qué siempre
soy yo el caballo que monto


    Con la edad –dice Pollagoras– me he vuelto semejante a un campo en el cual hubo batalla, batalla hace siglos, batalla ayer, un campo de muchas batallas. 
    Muertos nunca muertos del todo deambulan en silencio o descansan. Podríamos creerlos libres del deseo de vencer.
     Pero de pronto se animan, los que estaban acostados se levantan y atacan bien armados. Acaban de toparse con el fantasma del rival de antaño, quien, a su vez, sobresaltado, de golpe arremete febril, preparado el quite, obligando a mi corazón a acelerar su movimiento en el pecho y en el ser ceñudo que se anima a su pesar.
    Entre ellos libran “sus” batallas sin tregua, ciegos tanto a las precedentes como a las siguientes, cuyos héroes circulan anónimos y pacíficos hasta que, topándose a su vez con el rival contemporáneo, se incorporan en un instante y se lanzan irresistiblemente al combate.
Así es como tengo mis años –dice Pollagoras–, por esta acumulación. 
    Atestado de batallas ya libradas, reloj de escenas cada vez más numerosas que rugen, cuando yo quisiera estar en otra parte.
Así, como una mansión abandonada al Poltergeist, vivo sin vivir, lugar de apariciones que no me interesan ya, aunque ellas aún se apasionen y tumultuosamente se rehagan en un febril rebobinarse que no puedo parar.