¡Ringggg! No me despertó, lo esperaba. Tan comedida a su estruendo, dejé que sonase. Minutos antes, al despertar, pude apreciar que el conejo seguía ahí, justo al lado del reloj. Tan rápido como la flecha que rompía el viento en su dirección, desapareció el blanco animalito de un brinco. También enmudeció la acelerada alarma del reloj, dando lugar a un modesto tic-tac… tic-tac…
- ¡Mierda! - A las horas brinqué yo. La había olvidado, tenía concertada una cita con una conocida ensayista. Y la había olvidado. Dejé el periódico sobre la mesa y partí rápidamente. Mas, aun apurando cada movimiento, menos parecía avanzar y los minutos se multiplicaban por cada zancada. Al llegar a La Noria, las mesas conservaban aún su orden nocturno. Evoqué las noches en las que recurría a la vecina al piano para alentar a la inspiración y socorrer mi insomnio. El pianista, noctámbulo contumaz, parecía resumir y rezumar él solo toda la resignación y melancolía humana. Envuelto en su fular gris, el vuelo de este se confundía con su cabellera larga y cana. Espectáculo libídine para el oído y la vista. Noches como esa, de medianoche, son las que imaginaba en el futuro, acompañada.
- Te recuerdo siempre corriendo y, aun así, llegando tarde. – Dijo ella. – Y sé que no será esta la última vez. – Sentenció. Me giré. Vaya… Yo no recordaba habernos visto antes… Alguna imagen de ella tenía en mente, pero seguramente debido a la lectura de sus artículos. Nos saludarnos cálidamente y, después ordenar dos tés, dimos inicio al debate por el que nos habíamos citado.
- Recurrir a la retórica y a los sofismos poéticos es una maniobra un tanto ingenua y terriblemente manida. – Le respondí. - No puede afirmarse la inexistencia de la Verdad. Resultaría el mundo caótico, de levantarnos cada día sin la certeza de que un acto conduce a otro. Sin la certeza de que al pisar la tierra esta sonará, y la gravedad hará lo propio para que nuestro cuerpo no se alce al cielo. La realidad existe, al margen de nosotros, y más allá de nuestra capacidad de percibirla.
Me tildó de objetivista y de aburrida racional. Yo no pude evitar reírme. Bien entendía a la realidad como una Verdad que supera nuestro entendimiento y por la que estamos supeditados. Mucho antes de nosotros existir, el mundo ya se regía por sus propias reglas. Nosotros mismos las vivimos y formamos parte de ellas. ¿O, acaso, podemos volar a voluntad, o hacer brotar del suelo nubes? Tampoco podemos dar vida al polvo y dotarlo de amor, curiosidad y odio. Percibimos la Verdad, no la formamos. Y, por el pensamiento, la comprendemos.
- Sí, suena lógico, como todas las mentiras que nos venden… - La invité a que continuase - Veamos, aceptando a la realidad como traducción de la Verdad y, obviando su cómoda interpretación religiosa, poder, sólo podría ser demostrada en una variable temporal: el presente. Esto es real en este momento. El futuro y el pasado no son físicamente perceptibles. Así lo avalan nuestros sentidos, ¿no? Pues qué marrón… porque apenas éstos captan una mínima parte de lo que nos envuelve, y de esa fracción sólo nos es consciente un porcentaje ridículo… De donde colegimos al pasado y al futuro como un proceso inevitable y eterno del segundo (mañana), que se convierte en el primero (ayer), y como lo único real. El presente no es más que un concepto. La Verdad lo es con él; un simple concepto.
- Ajá, claro… – Lo que me faltaba. - La verdad es que si quisiera echar fuego por la boca y chamuscar a más de un político no podría.
- ¿Y qué te dice que no puedes? Que sí… la física, la biología y bla, bla, bla. Pero, ¿el qué, realmente? ¡Exacto! La experiencia. Desde niña has visto muchas cosas, pero a nadie echar fuego por la boca. Tampoco a nadie volar o cosechar nubes. Luego, es el recuerdo, aquél que nos dice qué puede o no ser “real”. Mas, dado que nadie estuvo en el momento de la Creación, no hay constancia de que las reglas de entonces fueran las mismas de las de ahora… Quizá jamás las hubo establecidas, y es la consciencia universal la que las va desarrollando; el Todo, como voluntad creadora. La paradoja en el tiempo se presta fácil: a través del futuro (deseo) creamos; y por el pasado, como referente (recuerdo), sentamos las bases del devenir. Peligroso es, por ello, si la amnesia se apodera de nosotros…
“Porque, es en el deseo,
y no en el tiempo,
donde impera el olvido
y la muerte trabaja”
Anocheció. El canon eternamente remontante, de Bach, sonaba por el este. Bien acalló el ruido de todas aquellas réplicas que vagaban anárquicas por mi mente y que, por el apuro temerario, sólo podían conducir al error, a la irrealidad. Aprovechando lo armónico del son, valoré:
Capitalismo, religión, patriarcado… El sistema conforma cómo debemos concebir aquello que transcurre, qué debemos sentir y cuándo. Basta moldear el cerebro desde la infancia; servirse de su plasticidad y así fortalecer o romper ciertas conexiones neuronales a conveniencia. Castigar publicitariamente al cerebro reptiliano, vendiendo al consumismo compulsivo y la preocupación por lo banal como necesidades vitales, en conjunción del apocalíptico y, muy bien disimulado, mensaje del carpe diem. Indiferente del mañana, la humanidad queda supeditada a la prefabricación de las modas, al egoísmo y la repetición de conductas gregarias, una vez atrofiadas sus capacidades de imaginar y crear. Fugaz, su futuro, fácil se desvanece…
- Deja que te cuente una historia para que refuerces tus misteriosas elucubraciones. – Me propuso. Accedí, después del sobresalto y poner nuevamente los pies sobre la tierra – Presta atención: Contaba mi abuelo materno, que a Napoleón, en su época de mayor esplendor, se le presentó un príncipe claudicante ofreciéndole el favor de su apoyo. El entonces emperador, burlándose de la pequeñez de aquella honra le respondió: “Ud. me comprueba la pobreza moral de su estirpe a la que me doy el lujo de sojuzgar; primero, apoderándome de Francia sin ser francés y ahora del mundo sin ser mundano”. Bueno, imagina mi sorpresa al enterarme de la falsedad de aquella historia. El cuento del abuelo era, simplemente, eso: un cuento… Pero quizá más debas sorprenderte, si te confieso que jamás conocí a mi abuelo, y que todo lo dicho me lo acabo de inventar.
La fulminé con la mirada – No, no me río de ti. – Aclaró. – Sólo demostraba cuán fácil es manipular la historia y, con ello, la realidad. De las misma técnica se sirven los patanes opresores: nos alejan de nuestro pasado y crean uno ficticio, más acorde con las necesidades prefabricadas. Recuerda a aquellos que niegan la evolución y con el amparo de un libro milenario nos tatúan el pecado y el miedo en la piel. O, a sus secuaces franquistas y compañía, que maquillan las atrocidades de su pasado e injurian toda Revolución. Éstos son quienes defienden la Verdad inmutable y legitiman la sumisión a un sino escrito por su puño y descaro.
- Otro ejemplo: Hará unos siglos existió un hombre de honor, audaz y de arco en mano, conocido fue como Odiseo, y su valer lo inmortalizó como héroe ítaco. El resto de la historia ya es de sobra conocida. Mas, en cuanto a lo real, ¿qué nos diferenciamos de ese personaje?. Sabemos de él directamente por un libro, y de aquél Homero sólo a partir biografías y comentarios de terceros. Lo mismo ocurre con Jesús y la Biblia. ¿Cómo no podrían ser reales? Tenemos tantas referencias físicas y hasta psicológicas. Tantas, como las de nuestros antepasados directos. Tantas, como las que habrá de nosotras. A partir de la historia puede dotarse a cualquier personaje de realidad, o atribuirlo al producto de la imaginación de alguien.
La cubierta de las teclas cayó, ahogando en su caída la última nota. Sutil gesto, que rápido alerta que ya es hora de partir. Así lo hice. Ella me acompañó. En mi mente siguió el eco de aquel canon, y la resolución del enigma, de si aquel hombre de muy rara vestimenta era real o no. Lo habíamos visto de camino, ambas. El regreso a casa fue pausado y observador, quizá por ello. A los segundos descubrimos que perseguía un conejo.
Antes de dormir y disponerme a soñar, hice mi última valoración:
Descuidando el mundo en el que nacimos, renunciamos a nuestro pasado; así, vamos muriendo… Sin la evolución como referente y, en un su lugar, un ayer enfermo (ése que nos intentan vender, carente de revoluciones y religioso), el futuro se contamina, se pudre y el mundo perece. Lo mismo con nuestra mente.
Cierto que no se podrá probar la veracidad de mi existir, mas dejo expresa en esta experiencia mi legado: imagina, sueña, crea, revoluciona. Loca o no, no soy la única. Porque lo que empieza como una folie à deux, contigo, lectora, será mañana una realidad conjunta.
Johana G.
http://www.proyecto-kahlo.com/2013/12/tu-que-seras-ayer/
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