miércoles, 4 de diciembre de 2013

Missogina vs GaviFeatcontr4

¿Qué tiene de feminista hablar de BDSM? ¿Qué tiene de político el cuestionamiento de las prácticas sexuales heterosexuales? Aburrida de lo preconcebido, de lo obvio del acto sexual, tan predecible, busco por medios disidentes abrirme a la experiencia de nuevas sensaciones. Visualizo en mi vida al deseo como una producción unida a mi asignación de género, capaz de deconstruirse y para lograrlo necesito volver a rearmar mi cuerpa, a reconstruir las cuerpas que habito y que escapan a mi propia piel. Con ellas buscamos creaciones de nuevas formas de placer, fugamos creativamente, probamos, erramos, intentamos. Veo en el sexo el potencial político de destruir las nociones normativas del género y roles asignados, nuestra sexualidad tiene la potencia de no seguir con la línea sexo-género-sexualidad, ¿por qué no usar esta arma (la sexualidad) para desbordar el dispositivo de género?

Rodeadas de imágenes pornográficas explícitas, sutiles, de edificios fálicos en la ciudad, de patriarcado, de códigos y símbolos que se nos plantean como naturales, vemos claramente que el sexo coital no se reprime, sino que por el contrario, se promueve y se fomenta. Que cualquier tipo de expresión de placer “sexual” distinta a la heterosexual penetrativa es psicopatologizada por el discurso clínico. El sexo hetero refuerza la diferencia sexual cómo categoría de diferencia y no de oposición, como algo natural y no como un suceso de conflicto y caos, refuerza los roles establecidos normativamente de quien penetra y quien es penetrada, quien se corre y quien contrae las paredes vaginales (porque para el sexo heteronormativo nosotras no “eyaculamos” –eyacular es una palabra muy patriarcal-), refuerza el ficticio “destino biológico” del cual las chicas hemos sido atrapadas, reprimidas, culpadas, desde hace siglos.

Nuestra cuerpa, primer lugar oprimido, primer lugar de resistencia, primer lugar de construcción bio-política, ¿cómo hacer?, ¿cómo identificar los códigos que nos oprimen?, ¿cómo destruirlos? Contra-producción del placer. Explorando me encontré con el dolor, con las prácticas BDSM, donde lo genital dejó de tener protagonismo, en donde el sexo (hombre/mujer) pasa a segundo plano, donde vi cierta ruptura en las jerarquías sexo-corporales.

No defiendo al BDSM como ideología, ni menos como un colectivo, el tener un estilo de vida “radical sexual” o follar con muchas personas no te hace menos capitalista, menos monógama o menos patriarcal; el mundo del BDSM esta lleno de burguesía, de cuero, de especismo, de símbolos que remiten a autoridades que ni siquiera me interesan parodiar (policías, esposas, etc.), ¿de qué radicalidad se habla?, ¿la radicalidad frente a qué?, ¿frente a quienes? Vengo a plantear el reciclaje como parte de nuestras vidas, no por sentir simpatía o interés en el sadomasoquismo significa que tengo que reproducirlo tal como me lo plantea el colectivo oficial del BDSM. Algunas teóricas lesbianas sadomasoquistas se centran en las dicotomías del poder y juego de roles más que el dolor en si mismo, no puedo compartir el cuero, las esposas, los uniformes, si hablamos de prácticas éticas, “liberadoras” y de consentimiento. Mi planteamiento central es el dolor. Dolor como placer, dolor como nuevos acuerdos, nuevos límites, en donde no importa la cantidad de personas con las cuales hemos “follado” o realizado “sesiones”, sino que con el cariño y respeto con las cuales hemos sido tratadas y hemos tratado las unas a las otras.

El BDSM crea representaciones, fantasías, NO ficciones disfrazadas de realidades como lo hace el discurso heterosexual hegemónico. Perder el miedo al juego, a la escena, a la imaginación, ¿Cuánto tiempo más vamos a seguir reprimiendo cosas que nos interesaría probar? ¿Te convierte en un “nazi” utilizar un látigo vegan para inflingirle dolor a una amiga mientras existe un acuerdo mutuo? ¿Y si quiero que una amiga me penetre con un dildo? ¿Cuál es el miedo? ¿Cuál es el fantasma que me atemoriza?, ¿Aún existe dios mirando con su ojo panóptico que es lo que hacemos “mal o bien”?

Propongo nuevos placeres no genitales, o que incluyan lo genital sin que estos sean los protagonistas. El patriarcado se encargó de segmentar nuestra cuerpa, de sexualizarla, formó una heteropartición de esta, en donde existen ciertos órganos reproductivos a los cuales enunció como sexuales, porque lo sexual es reproductivo (no sólo de hijxs/esclavxs, sino también de un sistema), en donde también se crearon jerarquías, poderes de forma asimétrica, en donde quienes nacimos con vagina estamos aparentemente hechas para ser penetradas, para que nos miren las tetas y el culo, para adorar al falo y a creer de que sin él no existe un “real acto sexual”, donde existen sólo dos sexos, que nuestras cuerpas se definan sólo por lo que tenemos entre las piernas.

Propongo ser creativas más que reactivas. Si estamos claras de que el sexo hetero es una basura, pues empecemos a hacer cosas nuevas. Preguntarse ¿qué es lo que me/ nos hace alegre?, en un momento contingente, no auto juzgarnos porque hacemos algo mal o bien. Ver a las prácticas BDSM como una de las propuestas entre un montón de otras que podemos descubrir. Agregar, por ejemplo a las siglas BDSM una V de vegan, borrar algunas o crear siglas nuevas, o mandar a la mierda las siglas, todo es posible en un mar de descubrimientos. De prácticas SSC (sensatas, seguras, consensuadas) y le agregaría una C, consciente o sobria a modo personal; conversaciones, comunicación, hablar del sexo, hablar de lo que no se habla, romper con el mito de que al charlar de X práctica sexual “la pasión se mata”. Probar los efectos múltiples de un orgasmo que no es genital, un tránsito de prácticas y no una esencia, que se mueve, deviene, el deseo cambia, las fantasías cambian.

Hablo de lo que siente mi cuerpa al perder el control, al evitarme seguir respirando y pensando en que tal vez ya no haya más, pero sabiendo que con quien comparto estas sensaciones es alguien con quien me siento cómoda, afin, en confianza, hablo de las cuerdas en mi piel, de la sensación de no poder moverme, de la cera caliente sobre mis poros abiertos de excitación, hablo de no ver, de no escuchar, sólo sentir, hablo del dolor de una herida intencionada, de la sangre, de la aceleración de mi corazón, del sudor frío, tembloroso, excitado, hablo de sentir que mi pelo se desencaja de su lugar de origen, del spank, del sonido de mi piel, de la multiplicidad de ser en un mismo momento, hablo de ver a mi compañera gozar con el dolor inflingido y elegido por nosotras mismas, por los cambios de temperatura, hablo de la sensación límite, del sentir que ya no puedo más y darme cuenta que si, mi cuerpo puede más, de descubrir que el sexo hetero-penetrativo no tiene ningún interés, que mi cuerpo es capaz de experimentar tanto más allá de eso. Hablo de sentir un cuerpo encima sin que sea para penetrarme, sólo para distribuir su peso sobre mí, hablo de las mordeduras, las presiones, de la piel como un órgano sexual completo y complejo. Hablo de reencontrarme con una aguja al tatuarme, de un escalofrío que recorre mi espalda como un demonio haciéndome cosquillas, hablo de sentir una aguja perforando, el momento de catarsis del dolor, un clímax, un ¿orgasmo?
… Hablo del sentir la excitación de que nunca voy a parar de descubrir, descubrirme, descubrirnos, hablo de las nuevas amistades, nuevos lazos que surgen de estos encuentros. Hablo de confianza, de respeto mutuo/colectivo, hablo de comunicación, de consensos, de consentimiento, hablo de placer sin culpas, sin cargas morales.


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