miércoles, 21 de noviembre de 2012

Soez


Ciertamente.
Es todo eso.
La boca que habla de sexo no se equilibra sobre delicadas metáforas que comparan coños con flores y pollas con breas, y llaman amor a lo que es pasión y eternidad a lo efímero. A lo que muere con el cese de los espasmos vaginales y la última gota de semen por derramar.
Pero es bello para la literatura. La literatura es bella cuando es fina. Aunque haya mucho que lijar para que una polla venosa que palpita y resbala quepa en la raja demasiado estrecha de la literatura erótica cool, que encierra los deseos entre varillas de acero de eufemismos tan ridículos como las vidas sexuales de sus frustrados (y frustrantes) autores.
El sexo es también arte, y los ruegos en urgencia sexual que escupen las bocas de los amantes son soeces. Y deben serlo. Es la literatura del cuerpo.
El poema nace cuando se me desbordan las bragas, y el hilo de los versos va bajando al ritmo que marca el deslizar de mi flujo a lo largo del muslo. La rima de la zorra la cierra un “dame con la porra”. Y si el poema se alarga, el lector se aletarga. Su respiración, como la mía, al principio profunda y, a medida que la cosa avanza, con urgencia hasta el techo el gemido se avalanza. Se abren los ojos, los ojetes, en cada entrada una polla barema si su ancla penetrará en la tierra. Ya en la trama, las princesas despeinadas ensalivan culos que oscurecen con el rimel corrido de sus pestañas sudadas. Y al final del poema, que en el lector es la lágrima, el artista recibe una lluvia caliente en la cara.
Adoro mirar como pronuncias el PU TA. No quiero perderme como se te llena la boca cuando me suplicas –dame más, PU TA-, la forma en que se te hincha la polla cuando saboreas el nombre de PU TA que quieres ponerme. Umm… y qué placeres hay en los estigmas.
Me gusta tragar polla con ansia de furcia (yo no acaricio con mis suaves labios un tótem de fuego) y que resbale mi exceso de baba hacia unos huevos y un culo que no pienso perderme porque deje de ser romántico profanar el territorio homófobo de cualquier ejemplar macho gilipollas al uso.
Y qué si no se puede. Y qué si no hay literatura que quiera recoger la realidad de una mente enferma en su mundo febril.
Soy grosera, salvaje, perversa, animal, hereje, fatídica, extensa. Y cuando follo, que es lo que hago con mi sexo siempre que no estoy haciendo el amor, soy artista. Porque puede que yo no haga literatura con letra.
Pero hago arte con lo que les robo de lefa.

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