miércoles, 21 de noviembre de 2012

Y de día.


Confieso aquí
que la primera vez que visité Venecia
tuve el azucarado atrevimiento de masturbarme en góndola.
Y de día.
Con disimulo, sí,
mas excitado amanzanadamente ante la posibilidad
de ser visto por uno de los pocos nativos o los muchos turistas.
Heroísmo o demencia -¿no son uno?- de juventud.
Actos eléctricos
que nos enorgullecen con 20 años y que nos avergüenzan -dicen-
con 60.
Sigo en edad de furia.
Este verano viajo a Egipto.
El Nilo o las pirámides de Gizeh
-perdónenme los castos y otras momias-
habrán de conocer el animal puro animal que aún vive en mí.
Y de día.

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